Suscribo todo lo que dice el Blog de Sarai Llamas, estamos constantemente buscando formulas educativas, métodos, técnicas... y no escuchamos la necesidad auténtica de nuestros hijos y la nuestra... Estamos buscando fuera y quizás no estamos viendo que las respuestas están dentro... Cuestionemos cómo y por qué lo hacemos pero desde la escucha interna y profunda...
¿Por qué esta reciente obsesión en buscar y difundir “métodos” para educar a los niños?
Los libros, las revistas, algunos programas de televisión… dan a conocer estos “métodos”, la gran mayoría de ellos sin algún valor científico ni pedagógico.
Es de verdad muy triste pensar que todo esto hace de los niños tan solo “objetos que deben configurarse” como los electrodomésticos.
¿Por qué tenemos que hacerlo? Con el fin de que no molesten a sus padres, ¡naturalmente!. Pero también para poder comercializar dichos “métodos” a través de operaciones de mercado que enriquecen a los autores y empobrecen los afectos.
Sí, porque en nuestra sociedad actual, hecha de padres que siempre tienen prisa — hijos de la cultura en la cual “si el niño llora, déjalo, que se le ensanchan los pulmones” —, trabajadores indefensos que tienen que hacer de todo a causa de una situación económica de verdad preocupante, los niños no son comprendidos.
Todo esto ofusca los valores familiares, los bebés vienen considerados como un estorbo, el tiempo dedicado a estar con ellos siempre es menos y los padres están cada vez más cansados.
Y los entiendo, de verdad.
Pero hay también que comprender a esos padres (que son cada vez más) que, aún trabajando y quizás sin demasiada ayuda por parte de los demás, sin embargo, logran con alegría y satisfacción arreglárselas solos, sin un método, sin un experto dispuesto a sacar del horno reglas dictatoriales sobre el sueño o sobre la alimentación de los más pequeños, “solamente” estando junto a sus hijos y considerándolos personas con sentimientos y merecedores de respeto y escucha.
Somos siempre más aquellos padres que nos informamos y damos valor a las necesidades afectivas de los niños y, de igual manera, cada vez son más las fuentes competentes de las cuales aprender. Basta únicamente involucrarse en profundidad.
Me alarma esta anulación de la capacidad crítica de los padres, algo fuertemente deseado por el mercado que gira en torno a los padres-consumidores.
Pocos se dan cuenta hasta qué punto la manera en la que hemos sido educados condiciona el modo en el que crecen nuestros hijos.
Los padres están más familiarizados con una “niñera” o “pediatra” o “experto” que da órdenes del mismo modo en el que ellos han sido ordenados, y optan por no dar ese salto generacional que les conduciría únicamente a hacer una elección informada y consciente.
Los argumentos en cuestión son infinitos: cómo manejar el embarazo, el parto, la lactancia materna, el sueño (que siempre es el tema estrella), la alimentación complementaria, los pañales, la vuelta al trabajo de la madres, las crisis de la edad adolescente…
Lo que quiero destacar en esta reflexión es que criar a los hijos sin utilizar “métodos” ajenos es posible.
Se puede pensar por sí mismo y, mejor aún, escuchar el propio corazón y el propio instinto.
Se puede dormir con los hijos (siempre que sea posible) y esto beneficiará a su autonomía y al sueño de toda la familia.
Se puede dar el pecho el tiempo que se quiera y los niños serán independientes y felices.
Se le puede dar a los niños pequeños lo que se come en casa (eso sí, prestando atención y con cierta “prudencia”).
Se puede apagar la televisión y limitar los videojuegos.
Se puedan dar largos paseos al aire libre dejando estar ese montón de ropa para planchar.
Nuestros hijos son pequeños por poco tiempo: un día cerrarán la puerta de casa y no sabremos dónde o con quién van.
Podemos comenzar a cambiar el mundo empezando por cambiar su pequeño mundo.
En muchos países (en la mayoría, por desgracia) no existen ejemplos visuales: muchas mamás que dan el pecho a niños de más de un año se avergüenzan de hacerlo en público. Muchos padres no le dicen a nadie que duermen con sus hijos porque temen las críticas.
Somos rehenes del miedo a ser catalogados como malos padres de niños malcriados.
Nuestros hijos nos necesitan y punto: incluso nuestros errores servirán para crecer, tanto a nuestros hijos como a nosotros.
Los hijos son una grande oportunidad para conocernos mejor a nosotros mismos, no nos la podemos dejar arrebatar por parte de unos extraños interesados en vendernos un producto.
Recuperemos nuestra capacidad crítica y nuestras competencias afectivas atendiendo las necesidades esenciales de nuestros hijos.
Confrontemos nuestra cultura de bajo contacto y adultos dependientes con las culturas de alto contacto donde niños y adultos conviven en total armonía.
¿No habrá llegado el momento de creer en nosotros mismos como padres y de tener el coraje de ir contracorriente educando en el respeto reciproco entre padres e hijos?
¿No será que nuestra sociedad no está hecha a medida de los niños?
Hagamos un ejercicio de objetividad: los niños que han sido criados con apego ¿son malcriados, caprichosos, dependientes y poco autónomos?
1 comentario:
que bueno ines, para pensar .... besos
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